Como hemos hablado en los artículos anteriores hemos vivido un cambio. Cuando volvamos a nuestra realidad, sin aislamiento, seremos conscientes de que muchas de las áreas de nuestra vida han cambiado. Será necesario que nos Adaptemos a esa situación.
El efecto de la pandemia del Covid-19 ha determinado cambios que afectan de forma negativa a alguno de los factores que conforman nuestra vida diaria; pérdida de personas queridas, pérdidas de trabajo, exposición a situaciones traumáticas durante el confinamiento, etc… Está demostrado que, en estas situaciones, nuestro mecanismo de adaptación personal tiene especial importancia. Numerosos estudios resaltan que si la respuesta ante un suceso vital estresante o con una gran carga emocional no es adaptativa, se corre el riesgo de sufrir un Trastorno de Adaptación (TA).
Este trastorno se caracteriza por una reacción de desajuste que se puede acompañar de un conjunto de síntomas emocionales o conductuales; tristeza y desesperanza, ansiedad, preocupación, sentimiento de incapacidad para afrontar los problemas, sentimiento de incapacidad para planificar el futuro o de poder continuar en la situación presente.
La persona que padece un trastorno de adaptación tiene la sensación de que la situación a la que se enfrenta es insostenible, pero a la vez, no es capaz de vislumbrar una solución, se siente atrapada, ya que las dificultades que experimenta sobrepasan su capacidad de afrontamiento. Esta situación provoca frustración y malestar que generan un comportamiento que es desproporcionado respecto a la gravedad o intensidad de la situación estresante.
Sin embargo, existen varias acciones que podemos realizar para superar esta situación de una forma adaptativa:
- Debemos saber que toda situación puede cambiar, de lo contrario, podemos generar en nosotros mismos sentimientos de ansiedad y frustración. Pero toda situación es susceptible de cambiar y debemos saber que eso es posible.
- Por otro lado, hemos de aceptar que algunos sucesos concretos van a escapar a nuestro control. De lo contrario, pueden surgir sentimientos de ansiedad, e indefensión.
Para mejorar y adaptarnos a un nuevo entorno, no tan positivo, tengo dos Objetos de Cambio: Nosotros Mismos y el Entorno.
En el caso de elegir una estrategia centrada en la Persona, la cuestión se centra en determinar que capacidades y/o aptitudes tenemos. A partir de ahí, elegimos una función a desarrollar y relacionarnos con nuestra realidad a partir de ahora.
Una forma de afrontar esta misión desde el punto de vista psicológico es mediante una reestructuración de nuestra actividad cognitiva. Así podemos establecer una nueva forma de interpretar las cosas, de sentir y de actuar, usar la imaginación y creatividad para proponer cambios; sustituyendo los inapropiados por otros más adaptativos; los cambios de comportamiento, costumbres y hábitos que resulten perjudiciales por otros más adecuados.
Si la estrategia elegida es actuar sobre el Entorno, tenemos tres escenarios básicos: el familiar, el social y el laboral. El cambio puede darse en cualquiera de los tres ámbitos según sea necesario:
- Familiar: Podemos modificar del tipo y la forma en que se producen las relaciones con los familiares involucrados (fortaleciendo o disminuyendo los vínculos según los casos).
- Social: Podemos establer nuevas relaciones sociales o modificar algún aspecto de las que ya tenemos.
- Laboral: Hemos de buscar una actividad y un entorno que faciliten la autorrealización, manteniendo una cuota de bienestar personal adecuada (buscar una relación equilibrada personal-laboral).
Hay que tener en cuenta que modificar el entorno para que se adapte a nuestras expectativas puede ser difícil, pues muchos de los elementos que lo componen están fuera de nuestro control. Por este motivo, puede ser más efectivo centrarse en nosotros mismos (un antiguo proverbio dice: “Un hombre no puede cambiar la dirección del viento, pero sí puede cambiar la orientación y el sentido de las velas”).
En cualquier caso, se trata de construir una nueva realidad dentro de la cotidianidad teniendo en cuenta, tanto las oportunidades que tenemos a nuestro alcance, como las limitaciones personales y del entorno que nos afectan. Para ello es aconsejable empezar por buscar las pequeñas oportunidades que nos ofrezca el entorno. Aunque parezcan irrelevantes, puedan servir de puntos de anclaje donde apoyarse para ir poco a poco alcanzando metas más importantes en el camino de la adaptación.
En este aspecto es necesario prestar atención a las emociones, que son el motor de la acción. Podemos experimentar Emociones Positivas (que facilitan el cambio) o Negativas (que lo impiden o dificultan).
No obstante, en algunas ocasiones la estrategia elegida para crear una nueva realidad implica asumir un coste (emocional, económico, logístico, etc.). Y además, existe el riesgo de que pueda dar lugar a otra situación también perturbadora. Por lo que es importante evaluar si los beneficios o ventajas que nos puede reportar son superiores a los posibles costes.
Todas las actuaciones emprendidas ante los cambios crearán conductas tipo, que formarán con el tiempo patrones de adaptación. Gradualmente y a medida que estos patrones adaptativos vayan formando parte habitual de nuestra cotidianidad (esto es, cumplen su función y nos adaptan a la nueva situación) empezaremos a ver las cosas de manera más equilibrada, permitiéndonos una respuesta más flexible en lugar de una reacción aflictiva automática, única e invariable.
Los patrones de adaptación nos van a conferir una cierta estabilidad emocional y equilibrio psicológico, una forma de actuar aprendida que nos volverá a ser útil en el futuro.