Todos nos hemos encontrado en la vida momentos en los que un suceso o circunstancia nos ha generado un sentimiento de frustración.

Se puede afirmar con rotundidad que todos lo hemos sentido, porque la frustración aparece desde edades muy tempranas.

Cuando un niño nos quitó el juguete con el que jugábamos, cuando nos dieron esa nota tan baja cuando habíamos estudiado mucho, cuando nuestro jefe dió el ascenso al que menos se lo merecía.

En el conjunto del desarrollo individual, la frustración es muy necesaria, aunque nos cueste verlo a corto plazo. Pero cuidado, la frustración es útil, siempre y cuando se asuma, y supere.

¿Que es la frustración?

La frustración es un sentimiento que surge cuando el individuo no es capaz de alcanzar un deseo o logro que ha establecido. La frustración genera irá, ansiedad, malestar y tristeza.

Se presenta en distintas ocasiones a lo largo de nuestra vida y, estos sentimientos displacenteros que genera, son inevitables. Así que, lo importante es la capacidad que tenemos para gestionarla.

¿Cómo gestionar la frustración?

El proceso de superación de la frustración pasa necesariamente por la aceptación.

La aceptación supone entender las limitaciones que obstaculizan alcanzar nuestro objetivo. Pero esto no se puede hacer en caliente. Nuestro primer impulso ante la frustración es el rechazo, la ira y la desesperanza. Con estos sentimientos no podemos ser objetivos. Debemos darnos tiempo para pasar el mal trago y esperar a un momento de mayor sosiego.

Una vez hayamos recuperado la objetividad, podemos plantearnos algunas preguntas:

¿Hasta que punto necesitamos ese objetivo para ser feliz?

¿Cuáles serían las consecuencias de no lograr nunca ese objetivo?

¿Que es lo que impide conseguirlo? ¿Lo puedo controlar? ¿Cómo?

¿Existen otras formas para lograr lo mismo?

Estas preguntas nos pueden ayudar a considerar el valor del objetivo. No se trata de minimizar su valía, ni de descartarlo automáticamente. Puede que la evaluación nos lleve a motivarnos más para lograrlo, que nos lleve a la conclusión de que no merece la pena o nos lleve a una posición intermedia. La evaluación debe llevarnos a objetivar los costes-beneficios del esfuerzo.

También vamos a poder analizar las estrategias que hemos utilizado y por qué han fallado.Igualmente, podremos buscar alternativas tanto en estrategias para lograr el objetivo, como en alternativas al propio objetivo en sí.

De cualquier forma, ya nos encontraremos en otro proceso más constructivo. Habremos dejado atrás la frustración y estaremos en una dinámica de trabajo.


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